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OPINION

EDITORIAL

HAY QUE DEJAR QUE LA CIUDAD

SIGA SU CURSO

 

A veces es difícil entender el comportamiento de la gente. Entender el por qué se quiere hacer algo que va en contravía de otros. El por qué se impone un pensamiento, una política, una filosofía o una religión. La complejidad intelectual del ser humano lo lleva a imponer sus deseos y creencias a los que estén en desacuerdo con ellos, usando aquellos que lo siguen. Por lo general los más desprotegidos e indefensos son los que caen en la dialéctica de estos personajes.

Nuestra evolución esta tan primitiva, que por tal razón se hace fácil atrapar a unas multitudes como rebaños que van en dirección a la que sus guías les demarquen. Por eso es complicado y retorcido todo lo que hay detrás de cada religión. El ser humano es una amalgama de información genética y evolución en diferentes estados morfológicos. Todo esto no es comprensible al intelecto del común de las gentes. Nada en éste planeta es igual y armónico. Cada partícula es única, cada respiración tiene su propio esfuerzo y cada mente gravita en su propio mundo interior. Sólo unos pocos se han podido arrastrar lo suficiente para salir de la cuna que los vio nacer y otros tantos han construido un entorno que le permite vivir en mejores condiciones y ofrecerle a otros parte de su bienestar. Así es la vida de simple y compleja a la vez.

El odio y el amor es el producto del desarrollo humanístico que cada ser haya obtenido genéticamente de sus antepasados.  Al igual que la capacidad de  discernir lo que nos rodea. Cosa que no es fácil para mucho porque ellos aun permanecen entronizados en un mundo que se mueve a los compases de su propia música.

Las religiones es algo complejo de manejar, aunque las raíces sean las mismas o con diferentes variantes. Es algo espiritual, mágico o mítico. Pero es algo interior que tiene cada ser humano. Lo maneja cada uno en diferente forma, pero esta ahí en el interior de cada ser creyente como algo natural. Para otros, una minoría, ellos están ajenos a cualquier concepto religioso y viven una vida completamente indiferente a los actos religiosos y sus dogmas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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El problema siempre es de aquellos que viven en ese mundo de la religión, donde ella se impone por principio o se obliga a otros a abrazarla sin ningún reparo. Ahí es donde nace el problema y establece los conflictos entre unos y otros. La historia esta plagada de estos estándares de una y otra religión imponiéndose a la fuerza, como se dice a sangre y fuego.  Esto ha sido la historia de la humanidad. New York es una ciudad multirracial y multicultural, es el faro guía para muchos. Pero ha tenido una conducta de respeto sobre la ciudad misma. New York es New  York en esencia y nadie ha venido a imponerle a ella nada, ni los dutch ni los ingleses ni nadie, ella misma ha evolucionado desde su interior bajo sus propios principios y concepto de lo que es New York.  Los cristianos ni los judíos se impusieron, se establecieron y crecieron a unísono con la ciudad hasta desarrollarse a lo que son hoy en día.

El Islam es una religión impositiva que ejerce poder sobre su gente casi incondicional. Ellos no aceptarían que otra religión independiente se estableciera en sus territorios y mucho menos dejar construir ya sea un templo, una iglesia o una sinagoga enseguida de una mezquita. Los ciudadanos de New York sólo piden que se respete sus sentimientos y sus derechos. Lo que no se quiere es que a través de éste deseo de unos pocos se imponga una mezquita. Quien este haciendo esto, lo que esta buscando es glorificase él e imponerse sobre los demás tomando la religión como caballo de batalla como siempre han hecho los mayores atropelladores de la humanidad.

New York es una ciudad de gran tamaño, porque no buscan un lugar donde ellos estén recogidos y les sea accesible. Allí donde quieren, a su alrededor murieron tantas inocentes personas usando el símbolo del Islam como destructor. Con este acto no se ve la lógica, o simplemente se busca herir a los sobrevivientes de aquel holocausto.

Quienes estén detrás de este plan, para bien de todos, hay que replantear esta idea y dejar que la ciudad siga su curso.  

 

El amor no tiene perfil

 

Por Andrés Candela

Muy malos tiempos vivimos para los poemas de amor, el mundo es un solo perfil y el amor ya no está dentro de las letras ni a la espera de ver la luz en cada lomo de libro que se abre. La palabra y el teorema son abreviaciones textuales y virtuales. El amor pasa por ciberespacio para que eso sea, de lo contrario nunca ha existido. La noche dejo de ser el resguardo de cualquier amanuense y el momento de inspiración para invocar, líneas, ensayos, diálogos e imaginar personajes, para todas esas evocaciones se debe buscarse ahí… en ese lugar donde hoy todos estamos y verdaderamente nadie vive, pero que conste y se ratifique que en esos lugares, ¡figuramos! Con una o muchas fotos… ¡Qué más da!
Paris ya no es la ciudad del amor, es un simple recuerdo de un video muy visitado… y Edith Piaf lo rememora sin descansar, porque los enamorados reales del Boulevard Raspail, el jardín de Luxemburgo y la colina del Sagrado Corazón, están conectados y los fotógrafos de instantáneas novelescas se duermen de tedio ante el Photoshop. Roma ya no se visita en vespa, Florencia fue cuna de algo o alguien y Venecia dejó de ser el encanto conyugal.
La sensación del fulgor y la pasión, también requieren de un perfil, de lo contrario su función es un cuento medio-erótico, medio-tonto y la generación que escribió cartas y esquelas de amor esconden barriga y todo tiempo atrás también fue mejor… (¡Me he escuchado pensarlo
algunas veces!)
El amor se convirtió en un desemplumado y suscrito desempleado más de las nuevas crisis mundiales, pide ayuda, envía hojas de vida y presenta entrevistas para volver a trabajar como hace apenas unos contados años lo hacía a manos llenas y era

necesario esperar largo tiempo su litigio en alguna de sus decisiones mientras echábamos mano de canciones, poemas (Mario Benedetti ayudó en muchos casos como secretario único y titular del amor), las películas las mirábamos con ahínco del saber querer, del querer aprender y los actores eran buenos tutores… ¡No en todos los casos, pero ayudaban a encontrar esas palabras

 
 

que nosotros necesitábamos! Hoy… es un link, un perfil, y Google y el conjunto de “perfiles personales” son los tutores de toda esa exacta e insensible información. Hoy ya no se requiere esperar otro día, para decir lo que “supuestamente” sentimos, porque lo publicamos o lo reenviamos; sin embargo, con la misma persona al frente, ¡divagamos!

La vida y el amor han sido perturbados y las rutinas son todas inalámbricas. Viajamos sin billetes y todo esta ahí… a nuestro alcance, ya no pertenecemos a un país o un estado, somos un grupo determinado con un vago y transitorio significado. Y así el deseo de encerrarnos en uno mismo aumenta angustiosamente, mientras el amor, el lápiz y el papel hacen fila —como ya lo dije— con los mismos desempleados.
Ese aislamiento personal —¡no el virtual!—, es amargo: nos separa del palpitante amor; de los hombres y su afección corporal, el beso y el abrazo nunca serán geoestacionarios. ¡Por fortuna!
Vuelvan a amar, con palabras, citas y llamadas concretando un lugar con un café y viendo la gente caminar, para que el fotógrafo novelesco vuelva a laborar y el último beso nos vuelva a desvelar.
Me he vuelto independiente de la mayoría de las nuevas costumbres —aunque reconozco mi perfil y el magnetismo de las nuevas frivolidades—. Sin embargo, no pretendo atacar las nuevas generaciones ni sus extrañas conquistas incorporales, pero —y aunque no estoy tan viejo como se pudiera creer— el amor de la carta y el papel fueron mis primeros caminos del sentimiento escrito que nunca será, borrado, eliminado, ocultado o visitado.

 

 

 

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